Por: Eduardo Lores
“Alicia a través del espejo” es un cuento fantástico que parte de la similitud entre el ajedrez y la vida. Su autor Lewis Carrol fue un matemático victoriano que escribió voluminosos tratados de aritmética y ciencias afines, así como poemas presurrealistas, también tomó extraordinarias fotografías de niñas púberes a las que gustaba frecuentar y —está demás decirlo— fue el creador de Alicia en el país de las maravillas. En “Alicia a través del espejo”, la protagonista se interna en un mundo fabuloso donde cada acción de los personajes equivale a una movida de escaque”. – de Doxa
El ajedrez, ese vetusto juego cuyo origen se lo pelean las culturas más antiguas, es primordialmente un simulacro del juego de la política, es como su campo de entrenamiento, su maqueta. El presidente de la república sería la reina, la pieza más poderosa, que cuenta con un rey bastante limitado que funciona —digamos— a la vez como vicepresidente y como ministro de Defensa. Los gobernantes cuentan con un séquito de dos obispos o alfiles, uno a la derecha y otro a la izquierda; dos armas, los caballos, situados también uno a la derecha y otro a la izquierda; dos cuarteles, las torres, ubicadas de la misma forma, y los peones que hacen las veces de los correligionarios ubicados unos a la izquierda, otros a la derecha y algunos al centro.
Hay estrategias ya conocidas para los inicios o las aperturas, como aquella que propuso Toledo, ejemplar por la buena selección de sus colaboradores. Y también existen tácticas para los finales como supongo debe estar tramando García a estas alturas del partido, cerca de su último 28 de julio, fecha en la que tradicionalmente se revisa el tablero y se realizan los últimos acomodos. Es el momento del enroque, en especial si el rey se ha sobreexpuesto mostrando sus limitaciones. El enroque —como todos saben— sirve para esconder al rey y liberar a la torre para su faena final. El asunto está en si hacerlo corto hacia la derecha, o largo hacia la izquierda (considerando que se esté jugando con las blancas). Eso tiene que ver mucho con el comportamiento de las otras piezas, como los alfiles. Si el obispo de la derecha ha estado protegiendo y haciéndole el juego al rey, al esconderlo —mediante el enroque, para que no siga poniendo en peligro la partida debido a su poco alcance— aquel obispo se vuelve prescindible, entonces es mejor jugar con el otro de manera orquestada en relación con los caballos, las torres y los peones que aún queden en el tablero, intentando que uno de estos últimos corone y se convierta en la próxima reina.
En fin, el ajedrez es el ejercicio lúdico de la prudencia (phrónesis), la virtud política por excelencia le decía el viejo Aristóteles a su hijo Nicómaco para que no metiera la pata.
Fuente: El Comercio
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