Cuando un ajedrecista oye “Perú” piensa automáticamente en talentos maravillosos, como Julio Granda, Emilio Córdova y los hermanos Cori. A un asambleísta de la FIDE, esa palabra le recordará también grandes escándalos, como el lamentable espectáculo de las últimas elecciones. Y quien visite Lima, como hizo brevemente este mes Leontxo García, verá que el ajedrez está en la calle y en la universidad. El balance es positivo, pero con matices tristes.
Maravillas y desdichas del Perú
Por Leontxo García
Ya es medianoche de un miércoles cualquiera en el barrio de Miraflores, pero los ajedrecistas callejeros siguen ocupando las mesas de la plaza Esteban Canal (1896-1981), el primer gran maestro peruano, un adorable romántico de intensa vida intelectual, boicoteado por algunos compatriotas cuando más necesitaba su ayuda (para poder viajar al torneo Mar del Plata 1936) porque no se había casado religiosamente, que definía así su electrizante estilo: “Me tiro por la ventana y sólo al final de la partida veo si he caído de pie”. Esa plaza es uno de los lugares de Lima que podrían servir de escenario alternativo a El Hechizo de Caissa, la excelente novela de Fernando Ortega (Editorial Viceversa) que estoy leyendo en los aviones durante mi gira de conferencias por Suramérica. Los hechizados por Caissa (la diosa del ajedrez) se juntan en ella todos los días para jugar (con o sin dinero por medio), analizar o simplemente charlar.
¿Será ese ajedrez callejero, de alguna manera, el germen de donde salieron los extraordinarios talentos de Canal, Orestes Rodríguez (nacionalizado español, residente en Barcelona desde hace más de 30 años), Granda, Córdova, Deisy y Jorge Cori, u otros menos conocidos, como Miguel Muñoz (número tres del Perú actualmente, con 2.501 puntos Elo)? ¿O acaso los genes peruanos están especialmente dotados? Esta tesis encajaría bien con lo que algunos historiadores, como Ricardo Palma, atribuyen al rey inca Atahualpa, quien demostró a sus captores españoles que jugaba al ajedrez mejor que ellos, lo cual –según la creencia popular- influyó en que lo condenaran a muerte por trece votos contra once.
Probablemente no hay ningún otro país del mundo en el que hayan brotado tantas lumbreras del deporte mental sin un masivo apoyo del Gobierno. El caso de Granda da para una película: agricultor en la recóndita Camaná (donde nació en 1967), prefería cuidar de sus árboles frutales que jugar torneos de élite, pero cuando aceptaba invitaciones de Europa –lo que implicaba sufrir no pocas penalidades con las policías fronterizas-, causaba asombro por su juego brillante y sus resultados… antes de recluirse de nuevo en su huerta de Camaná. Campeón del mundo sub 14 en 1980, Granda sólo ha sido profesional del ajedrez después de cumplir los 40 años, cuando decidió instalarse con su familia en Salamanca. Gracias a su inmenso talento, gana premios en casi todos los torneos que juega por España para mantener dignamente a su esposa e hijos. Ni siquiera la eternidad podrá contestar a la pregunta de hasta dónde hubiera llegado de haber explotado al máximo sus dotes naturales.
Córdova (Lima, 1991) es, junto al argentino Kovalyov, el único latinoamericano entre los 20 mejores sub 20 del mundo de la lista del pasado 1 de marzo.
Deisy Cori fue campeona del mundo sub 16 y subcampeona sub 20 en 2009; ese mismo año, Jorge fue campeón del mundo sub 14; si exceptuamos a las hermanas Polgar, no recuerdo ningún caso similar en la historia del ajedrez. El sentido común indica que Córdova y los Cori precisan de un entrenador de élite permanente durante todo el año, de un plan adecuado de torneos, viajes y entrenamientos, y de una asistencia profesional para equilibrar su alimentación y su preparación física y psicológica. En un país como “el Perú” (así dicen los peruanos), con muy pocos deportistas de primera fila mundial, parece obvio que una inversión razonable para impulsar la carrera de Córdova y los Cori estaría más que justificada: mejoraría la imagen del país, y bastaría un mínimo aumento de los ingresos por turismo para compensarla. Los Cori fueron recibidos por el presidente Alan García, pero las promesas de éste no se han cumplido, y sólo disfrutan de un patrocinio privado, insuficiente para pagar al entrenador que su talento requiere.
Si uno escribe en Google “Emilio Córdova ajedrez” verá noticias chocantes con el equilibrio que debe presidir la vida de un ajedrecista de alto nivel. La última, que no ha cobrado sus honorarios correspondientes a un torneo en Cuzco de enero de este año; y lo mismo le ocurre a Granda.
A estas alturas del relato, más de un lector se preguntará qué papel juega en todo esto la Federación Peruana. Dado que los complicados entresijos de este asunto interesan a muy pocos –y además requieren una cuidadosa verificación de cada detalle para evitar errores- sólo contaré aquí los hechos que me parecen más sustanciales. El presidente de la federación anterior, el gran maestro Henry Urday, sí ayudó a Córdova y los Cori, pero fue destituido por el Instituto Peruano del Deporte (IPD) tras ser denunciado por diversos escándalos de los que luego fue jurídicamente exculpado. Durante ese proceso, y a pesar de estar inhabilitado oficialmente para el cargo, Urday se presentó en la Asamblea General de la FIDE de Turín 2006 con la intención de votar. Allí se encontró con Patricia Claros, dispuesta a votar en representación de la Comisión Transitoria (con potestades sólo administrativas), formada por el IPD para administrar la federación mientras se resolvía el expediente contra Urday. La Asamblea decidió que no votase ninguno de los dos.
El actual presidente es el abogado Milton Iturry, también expedientado y destituido hace más de un año por el IPD, debido a diversas irregularidades graves. Ello no impidió que recibiera como presidente, el 22 y 23 de junio en Lima, a Kárpov y Kaspárov, con quienes se sacó una foto (aquí está) en la que su doble señal de la victoria da claramente a entender que apoya la candidatura de Kárpov a la presidencia de la FIDE. Pero, sólo un día más tarde, Iturry firmó una carta al presidente Kirsán Iliumyínov (también publicada en el enlace anterior) en la que le muestra un apoyo incondicional. Iliumyínov amenazó entonces al Gobierno peruano con no aceptar a la selección de Perú en la Olimpiada si el representante de su federación en el Congreso no era Iturry. Eso explica lo ocurrido en la Asamblea General de Janti Mansiisk (mal transcrito en español como Khanty Mansyisk), donde se vio una situación similar a la mencionada de Turín y una de las escenas más bochornosas que recuerdo en mis 28 años como periodista profesional. El representante del Grupo de Trabajo (con potestades de Junta Directiva) de la Federación Peruana, Adrián Noriega, demostró documentalmente el apoyo de su Gobierno y del Comité Olímpico Peruano. Pero Iliumyínov, mezclando sin ningún escrúpulo su triple papel de presidente en funciones, moderador del debate y candidato a ser reelegido, y en un tono muy crispado (y muy raro en él) realizó una encendida defensa de Iturry como único representante legítimo de Perú. Ante el asombro de los observadores neutrales, la Asamblea aprobó por mayoría que sólo Iturry podía votar.
Por extraño que pueda resultar, hasta los más acérrimos adversarios de Iturry reconocen que éste (como antes Urday) cuenta con un agarradero legal: la autonomía societaria otorgada por ley a las federaciones deportivas peruanas, a pesar de que son subvencionadas por el tesoro público. Ruego al lector que no me pregunte cómo encaja eso con todo el relato anterior, porque no sabré responderle. Lo que sí puedo asegurar –y creo que hasta los más fieles seguidores de Iturry me darán la razón- es que el ajedrez peruano y sus fulgurantes estrellas estarían mucho mejor cuidados si la federación mantuviera unas relaciones excelentes con el Gobierno y no estuviera implicada en numerosos hechos negativos, por decirlo suavemente.
Pero basta de desdichas, y volvamos a lo positivo de un país maravilloso (dentro y fuera del ajedrez) por muchas razones. Además de los brillantes jugadores mencionados, el ajedrez peruano produce formidables organizadores y promotores, como la citada Patricia Claros, residente desde hace nueve años en España, donde su excelente trabajo fue reconocido con el premio Chessy a la mejor organización en 2009.
O el polifacético Carlos Maury, de quien hablaré en los próximos párrafos. O los profesionales de diversas ramas con quienes compartí mesa y mantel en Lima el pasado día 7, amantes del ajedrez, miembros del Club Najdorf y siempre dispuestos a abrir puertas para la expansión del ajedrez. O Fernando Caller, director de Cultura de la Universidad Nacional de Ingeniería. Y seguro que hay muchos más esparcidos por la extensa geografía peruana, a quienes no tengo el gusto de conocer.
Sí pude hablar, y fue muy interesante, con José Agustín Ortiz, Director de Calidad Educativa de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), cuyas instalaciones, por cierto, causarían envidia en muchos otros países. Muy culto, me explicó la gran mejoría de Perú en el nivel de la enseñanza durante los últimos años, recalcó que el pensamiento crítico es una de las bases en el ideario de la UPC, y estuvimos de acuerdo en la valiosa aportación del ajedrez a la educación en el siglo XXI. Pero no crea el lector que nos quedamos en las meras palabras: esa universidad imparte un curso de Ajedrez y Pensamiento Crítico desde el viernes 15 de abril. En realidad, son dos cursos: uno para los docentes y otro para los alumnos, con el objetivo de que estos puedan aplicar en su vida cotidiana las técnicas de reflexión del ajedrez.
El profesor de ambos es Carlos Maury, instructor honorífico de la FIDE, ex especialista del Ministerio de Educación de Perú y persona tan valiosa como polémica por sus constantes denuncias de corrupción en el deporte. Si en cada país hubiera un Maury (y una Claros), el ajedrez sería mundialmente popular: ha dado exhibiciones a ciegas –sólo o en compañía de uno de sus hijos- en televisión y, además de la citada actividad universitaria, ha impartido cursos o desarrollado tesis sobre el ajedrez aplicado a niños con síndrome de Down, fracaso escolar, toma de decisiones y análisis retrógrado, enseñanza de las matemáticas, prevención del Alzheimer y utilidad en la preparación de futbolistas y otros deportes de equipo (creó el programa Chessball).
También dirigió las dos exhibiciones que Kasparov dio en Lima en 1993, promovidas por el citado Caller cuando nadie quería ir al Perú por los problemas del terrorismo. Maury sostiene que el ajedrez enseña a pensar, que todos los niños deberían aprenderlo en los colegios y que hay argumentos de peso para sostener esas afirmaciones; pero los vaivenes de la política le zarandean en exceso.
Tras la visita a la universidad, vuelvo a pasear entre las mesas de ajedrez de la plaza Esteban Canal. Mientras saludo a los aficionados, hay una pregunta que no deja de rondarme: ¿Cuántos Granda, Córdova y Cori tienen que surgir en el Perú para que alguien con poder se dé cuenta de que el ajedrez debe ser apoyado y bien organizado?
Fuente:
http://www.chessbase.com/espanola/newsdetail2.asp?id=9488
martes, 26 de abril de 2011
Maravillas y desdichas del Perú
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