sábado, 17 de marzo de 2007

El delirio juega al ajedrez

(A continuación reproduzco una crónica aparecida en el diario "El Comercio" el domingo 11 de marzo del 2007, en la sección "Contracorriente").


PASIONES. "Ningún Gran Maestro es normal, lo único que difiere es el tipo de locura", decía el viejo ajedrecista ruso Viktor Korchnoi. El talentoso Emilio Córdova (precoz para el ajedrez y para otras lides) fue esta semana protagonista de una historia de amor y rebeldía


Por Ricardo León


Él lo descubrió. La Torre Blanca se llama el local del jirón Belén donde Emilio Córdova derramó su primera lágrima sobre un tablero dividido en 64 cuadrados iguales.

No tenía más de 8 años cuando su padre lo llevó a que lo examinasen los bravos que aquí juegan, que mueven las fichas mientras almuerzan entrada, segundo, refresco y cigarro, que se proyectan y se mandan y ganan sin que los moleste la música a volumen de combi. El que puede jugar con tanta distracción puede soportar presiones insospechadas del rival más pendenciero, además aquí se entrena la boquilla y esos cincuenta céntimos de apuesta promedio valen menos que la burla y la humillación de un deporte ciencia llevado a su expresión más dulce y caníbal.

Aquí Roberto Naranjo, 'Naranjito', tuvo entre sus manos a Emilio Córdova cuando todavía era un cachorro sobre el tablero. Para entender qué pasa por la cabeza de un joven de 15 años que (sobre)vive en Brasil con una mujer que lo dobla en edad y experiencia, lejos de su familia, que solo quiere quedarse con Adriane y convertirse en Gran Maestro Internacional; para descubrir el origen tentativo de tanto estrés emocional ('Paren con preguntas, michi, soy más famoso en mi país por ese rollo que por lo que soy', llegó a poner como alias en el chat para evitar el acoso de los periodistas); para digerir tanto misterio hay una opción alternativa: consultarle a 'Naranjito', el hombre que le enseñó el abecé del ajedrez a Córdova y que lo hizo llorar en su primer juego y que le dijo que en este deporte se llora varias veces y que esta tarde habla con tanto cariño por su discípulo que conversa sin importarle que su pescado frito se esté enfriando al costado.

Todos somos campeones. Hay una cosa que se llama ego y que en los ajedrecistas es como una pandemia emocional. 'Naranjito' es, sobre todo, honesto: Todos los que jugamos ajedrez nos sentimos campeones mundiales. Y eso los hace sentirse intocables, casi unos superhéroes con anteojos que viven por encima del resto de comunes mortales con coeficiente intelectual promedio. Alexander Alekhine, campeón mundial en 1927, decía que el ajedrez es vanidad y en cierta ocasión, cuando le pidieron su pasaporte para cruzar la frontera de Francia y Polonia, chilló: Soy Alekhine, campeón mundial de ajedrez. Tengo un gato llamado Ajedrez; ¡no necesito pasaporte!

Para 'Naranjito', el adolescente Emilio está ahora pensando como un adulto autosuficiente para demostrarle a su familia, pero primero a sí mismo, que él solo puede arreglárselas. Y que el padre de Emilio debió manejar la situación con tino porque estamos hablando de un adolescente que quiere solucionar los problemas del mundo. Y que un adolescente embalado es una papa caliente. Y que esa papa caliente mereció ser cogida con cuidado. Y que ese cuidado no existió.

Al filo de la navaja. En el ajedrez callejero hay una ley que obliga a los jugadores a realizar un movimiento con fuerza, haciendo que la ficha suene después de haber sido elevada y puesta en otro cuadradito. Eso infunde respeto: aquí estoy y de aquí no me mueves. El ajedrez, aunque no parezca, es un deporte violento. El escritor costarricense Jacques Sagot, en un artículo titulado "Ajedrez y voluntad de poder" define esta disciplina como un duelo de voluntades, esgrima del intelecto, sublimación espléndida de la sed guerrera del hombre, transformada en lúcida lid, en juego de apariencia engañosamente inofensiva. Es un deporte violento aunque no haya contacto físico. Esa determinación mental constante, explica Naranjo como ajedrecista de la calle que es, se traslada luego a todos los campos del comportamiento: Cualquier sentimiento te agarra fuerte. Si te peleas, te peleas a muerte; si te enamoras, el amor te agarra fuerte; si decides algo, te aferras a eso. Así que lo de Córdova tiene un asidero temperamental.

Con ello ya podría uno hurgar en la parte psíquica del asunto. Rubén Fine, psicoanalista y uno de los ajedrecistas más completos de mediados del siglo XX (es autor del libro "Psicología del jugador de ajedrez"), consideraba que había dos tipos de jugadores de ajedrez, los que tenían intereses paralelos al juego, y los monomaníacos.

Marco Martos es poeta y un terco jugador de ajedrez (en el libro "Jaque perpetuo" publica el poema "El juego de las mutaciones", que termina así: ¿Puedes considerar casualidad / el número de las líneas escritas / las sílabas exactas de los versos / la geometría fractal, los jaques / de Capablanca en su mejor momento?); Martos comenta que, aunque aún es pronto para saberlo, Emilio Córdova tendría tendencias monomaníacas porque no hay nada que le importe más que el ajedrez, que le exige eso que Martos llama una concentración diabólica. Aunque, por otro lado, Córdova no ha permanecido --en absoluto-- indiferente a los apapachos de Adriane, es decir, ha aceptado el amor como una distracción válida. Eso, sin embargo, correspondería más a impulsos sexuales que nada tienen que ver con el ajedrez.

Lo del estadounidense Bobby Fischer, en cambio, era casi patológico. Cuando era niño y le enseñaron a jugar ajedrez llegó a tal su grado de encierro que su madre publicó avisos en el periódico para convocar a niños que quisieran jugar con él, que se pasaba el día jugando varias partidas simultáneas contra sí mismo, una en cada habitación de su casa. Ya de viejo declaró: Todo lo que quiero hacer, siempre, es jugar ajedrez. Con el tiempo, la excentricidad de Fischer pasó a ser parte de su genio y figura: además de diversas mañas para distraer a sus rivales era un dolor de cabeza para los organizadores de torneos porque pedía 200 guardaespaldas para él solo, porque exigía que los retretes de los baños fueran elevados tres centímetros para su mayor comodidad, etc. Tuvo problemas con el Gobierno de EE.UU., lo amenazaron con encarcelarlo, fue detenido en un aeropuerto porque su pasaporte estaba vencido y el Gobierno de Islandia le otorgó la ciudadanía islandesa. Etcétera. Y Bobby solo quería jugar ajedrez, eso que llamaba una forma de masturbación mental.

Solo para solitarios. También el jugador es prisionero / (la sentencia es de Omar) de otro tablero / de negras noches y de blancos días... escribió Borges en el poema "Ajedrez".

En el libro "El juego inmortal: historia del ajedrez", de David Shenk, se destacan tres características del buen ajedrecista: un buen aprendizaje a largo plazo, un aprendizaje más efectivo y una autoestima más elevada.

Hay otra característica que no aparece en los libros porque no se mide, pero que los ajedrecistas de la calle conocen: la soledad. 'Naranjito' explica que la soledad hace pensar, y que Córdova es un tipo solitario que piensa en todo momento. Irse a Brasil, conocer a una mujer mayor y querer quedarse con ella es también una forma de pensar, de rebelarse pensando.

Ajedrecistas rebeldes hemos conocido. Julio Granda un día dejó el ajedrez y se refugió en su chacra de Camaná porque le faltaron el respeto. Y cuando lo hizo, el mensaje que quiso dar fue ese y no que estaba loco. Es --agrega Naranjo-- lo mismo que estaría buscando ahora Córdova: llamar la atención, usarse a sí mismo para demostrar que él solo puede ser grande, pero que con un apoyo es más fácil.

Mihail Tahl, el ajedrecista nacido en Letonia que se consagró campeón mundial en 1960, recordaba un día una anécdota en la que, en plena partida, cuando dudaba si sacrificar o no un caballo, comenzó sin saber por qué a pensar en cómo sacar a un hipopótamo de un pantano. El público creía que Tahl miraba el tablero pensando en su siguiente jugada, pero él, en el colmo de la abstracción, solo imaginaba cómo sacar al bendito hipopótamo del pantano. Pero eso nadie lo entendía, todos pensaban en lo que haría en el tablero.

De repente Emilio Córdova también está buscando la manera de sacar al hipopótamo de su propio pantano.

Fuente en Internet:
http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2007-03-11/ImEcCronicas0686694.html

2 comentarios:

Fabricio Figueroa D. dijo...

Hola Como estas?

Soy de Costa Rica lei el artículo en el que nombras al músico y filosofo Jacques Sagot.
Muy interesante el articulo bastante poetico diria yo.

Te dejo la dirección de mi blog Magia del ajedrez, es una compilación de poemas dedicados al noble juego podrás encontrar una gran cantidad de ellos. Te invito a que los leas y los disfrutes.

http://magiadelajedrez.blogspot.com

Gracias!

Nomada dijo...

Quien, siendo adolecente, no ha tenido periodos tormentosos? Emilio no es una exepcion. El affair de Emilio fue escandalizado por la prensa corrupta e inmoral del Peru a extremos irracionales!.

Francisco Maturana, el entrenador de football de Colombia lo dijo muy claro en unas declaraciones a un diario ecuatoriano; "El trabajo de entrenador me ha permitido conocer varios paises, pero en ningun pais he conocido un periodismo mas vulgar y ordinario que en el Peru". Razón no le faltó.

Luego del asqueroso escandalo, muchos crian que Emilio estaba muerto para el ajedrez. Se equivocaron porque el Ave Fenix resurgió y con mas brillos que antes.

El talento de Emilio para el ajedrez es poco comun y eso es lo que importa.

Armando
LA, USA